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Murió en un manicomio. El comandante Claude R. Eatherly nunca pudo con su conciencia: él fue quien comunicó el `go ahead´ `adelante´ al `Enola Gay´ para que lanzara la primera bomba atómica. Sólo su correspondencia con el filósofo Günther Anders le alivió sus últimos días. Con motivo del 65 aniversario de la hecatombe, esas 71 cartas se publican en España.

A las 8.15 de la mañana, el Apocalipsis. El Enola Gay lanza la primera bomba atómica de la historia sobre la población civil en Hiroshima. La bomba estalla a 500 metros del suelo. No lo hace sobre el puente, pues Eatherly erró en sus cálculos. Volatiliza un hospital. Los japoneses la llamarán pika-don. Pika: un fogonazo deslumbrante. ¡Don! Una explosión equivalente a 13.000 toneladas de trinitrotolueno. Una bola de fuego de un millón de grados centígrados. El copiloto de la aeronave exclama al contemplar el hongo: «¡Dios mío! ¿Qué hemos hecho?». Victoria puede ser, a su vez, sinónimo de derrota. Estamos en la primavera de 1959. Claude Robert Eatherly, ex piloto de combate, no ha levantado cabeza desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Abandonado por su mujer, despreciado por sus compañeros de armas y desahuciado por la psiquiatría, las autoridades militares lo consideran un caso embarazoso y lo mantienen encerrado en el manicomio de Waco (Texas).

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